Ya llegó el verano. Más bien podemos decir que estamos de lleno en verano. Y eso se nota en la calle. Por una parte por la cantidad de personas a pesar de encontrarnos aún en “pandemia”, por otra parte por el impresionante calor que está haciendo.
Tengo que decir la verdad. El calor en verano es algo que tengo asumido desde pequeño. Desde que los pasábamos en la provincia de Córdoba, en plena Sierra Morena. No recuerdo la temperatura que hacía. Pero lo recuerdo como si fueran 50.000.000º C. Además, en aquella época, me pasaba gran parte de las vacaciones de verano con mi primo Alfonso en el campo pastoreando ovejas y cabras (el sueño de cualquier niño).
Y aunque no eran las vacaciones soñadas si que eran una vacaciones bonitas, posiblemente bajo el paraguas de la infancia que todo lo acepta y tolera. Lo pasaba bien. O eso recuerdo. No es menos cierto que cuanto más mayor me hacía más desplazado me sentía en esas vacaciones compartidas entre casa de la familia de mi madre y la casa de la familia de mi padre.
Esos veranos… ya no volverán. Pero quizás mejor, porque cada cosa tiene su tiempo y momento.