A menudo estamos tan ocupados que no tenemos suficiente tiempo o energía para perseguir plenamente el bien que queremos ver, crear, experimentar, hacer y perpetuar en el mundo.
En su lugar, a veces resulta más fácil centrarse en lo malo. En quejarnos. Discutir las cosas negativas que deseamos que cambien.
Pero las soluciones no aparecen así.
Hablar de las cosas malas no hace que esas cosas desaparezcan. De hecho, las hace crecer y fortalecerse.
La única manera de encontrar soluciones reales es abordar primero el problema, reconocer su presencia, y luego dar un paso muy necesario hacia una luz más brillante.
Cuando eliges intencionadamente centrarte en la esperanza, el propósito, el amor y la curación -los componentes de todas las soluciones-, esas cosas aprenden a aparecer más fácilmente en tu experiencia.
Perseguir los problemas crea más problemas. Perseguir soluciones crea un mundo mejor.